martes, 3 de diciembre de 2013

Boxeo y literatura

Para comenzar con esta sección del blog, voy a publicar un escrito que armé ayer mostrando como el boxeo puede ser comparable a cada momento de nuestras vidas. En otras palabras, como el boxeo refleja a la vida misma. Espero que les guste:

"Otro día como tantos...pesado. Otro día más dentro de este ring que muchos llaman rutina. Como parte de la misma me subo al mismo transporte colectivo que día a día me traslada por las calles de mi ciudad. Subo con la única esperanza de llegar a mi destino y seguir con lo que la vida me demanda. Subo con mi cabeza centrada en mi estómago y no en mis pensamientos. Aletargado como cada mediodía. Pero algo me despertó. Te vi. Te miré. Sentí esos ojos azules penetrando intensamente en mis pupilas que para ese entonces se hallaban escondidas como un perro tras cometer una travesura. Mi cobardía como pocas veces me llevó a alejar la mirada. Ganaste esa batalla. Me dispuse a comenzar un segundo round con la energía y la vehemencia necesarias para mantenerte en mi terreno, ese que creía conocer de memoria, en el que me sentía invencible. Pero nuevamente tu fuerza que parecía incontenible me desmoronó la estrategia. Debía ser fuerte, debía buscar tu debilidad. Debía golpearte donde nadie te golpeó. Ya 25 minutos habían transcurrido de pelea y me sentía débil, sin respuestas y sin ganas de continuar. Con la certeza de que esta sería una derrota como tantas otras. Sin embargo, cuando estaba a punto de tirar la toalla decidí bajar la guardia y atacarte. Me senté a tu lado. Me senté a tu lado y sentí esos ojos furiosos esperando mi mirada. Los sentí como puntadas en mi sien. Pocos segundos restaban para culminar esa pelea en la cual las tarjetas no me favorecían. Debía recurrir a lo impensado para cambiar un destino que parecía escrito. Y lo conseguí. Desde algún lugar inhóspito de mi interior saqué las fuerzas para asestarte un golpe de knock out. Te golpeé donde nadie te golpeo. Te ataqué como nadie se animó. Sin que te lo esperes, acerqué mi boca a tus labios entumecidos, sorprendidos. Te robé un beso. Tu piel se erizó. Mi piel se erizó. Te hice temblar cuando creías que no te volvería a pasar. Un instante en que nuestros labios se encontraron fue más intenso que las noches que lo precedieron. Tu mirada no lo esperaba. Mi corazón tampoco... Un sonido me saca del cuadrilátero. Es el momento de bajarme de este ring. Tu mirada ahora perdida, sin la seguridad de un principio pero con la alegría incontenible me busca a medida que el chofer nos aleja. Esta pelea fue un empate. Ganamos los dos. No veo la hora de encontrarte otro día para la revancha."

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